
Hace mucho tiempo que decidí abandonar el campo de la idolatración futbolística, porque ya sabemos en Valenciastán que eso no conduce a nada. De hecho, de hacerlo, sería a la decepción y frustración más profunda. Quizás con Roberto, o años más adelante con Mijatovic, o con Penev entre ambos, pero, ya fuera en los ochenta o en los noventa, aprendí que el hecho de que uno de tus ídolos futboleros abandone...