lunes, 28 de septiembre de 2015

Pitos y Flautas

No suelo tener muchas oportunidades, al cabo del año, para poder vivir un partido en Mestalla, pero el de este viernes era especial, porque se me venía un partido de Liga acompañado de un fin de semana con especiales sorpresas pendientes desde hacía tiempo. Pero al margen de las cuestiones personales, la delicada situación del equipo presagiaba una visita al "Templo" muy intrigante, 
tanto como para imaginarte un guión con el mayor de los males posibles, y más si vienes de Cornellà, habiendo podido ver en directo uno de los más paupérrimos actos de presencia de este Valencia, con Nuno en el banquillo.

Lo de "Mestalla exigente" es un sanbenito que podría quitarse como cartel de la afición valencianista, principalmente colgado desde la Meseta, extrapolado al resto de la prensa nacional. Ignorantes ellos, pretenden darnos clases de cómo debemos comportarnos en casa. Como diría la canción; no estamos locos, sabemos lo que queremos. Pero lo que sí que no tenemos es paciencia, y ahí está lo que para mí es la clave. Nos impacientamos en culpar a cualquiera por cualquier cosa, en responsabilizar, en fichar, en jugar como nadie, en ganar, en campeonar. 

Me da la impresión que este verano, al margen del affair Salvo, hemos querido ver ya esos fichajes rimbombantes propios de jeque millonario dueño de club de fútbol. Hemos querido ya el renombre de turno pisando Mestalla, bajo fuegos de artificio que dieran luz mediática a la retransmisión en directo a nivel mundial en su presentación, con un estadio lleno a rebosar ante su nuevo ídolo. Varias veces. Por varios fichajes top. Tener el nombre del club en lo más alto de entre los más "gastadores" durante el mercado estival. Y esto, con Meriton, no puede ser. Al menos de momento.

No es una cuestión de incapacidad económica (que también), sino de estrategia. Y de filosofía. No va con su manera de proceder el despilfarrar a lo loco. Aunque sí que podría considerarse como tal si observamos el nivel mostrado hasta la fecha por algunos de los fichajes que no consiguen dar la imagen esperada. De cualquier manera no hablamos de contrataciones con cifras altas, una a una, como podría darse en otras instituciones con magnates al mando. Aquí prima el poco a poco, promesa a promesa. Incógnita a incógnita...

Pero en Mestalla, venga quien venga, sea crack o debutante, de él siempre se espera lo mejor nada más aterrizar. Si es crack debe rendir al 150% desde el primer día. Si se trata del delantero sus partidos deben contarse por el doble de goles. Si es mediocentro debe tener mayor ritmo en asistencias y cambios de juego por partido que un base de baloncesto. Defensas y porteros deben salvar y parar balones por doquier desde el primer minuto. Y claro, el entrenador a base de records de victorias y partidos imbatidos desde la primera pretemporada.

La grada de nuestro Templo funciona así. Se alimenta de impaciencia. No se espera a que una posible mala racha se revierta con confianza remando todos juntos hacia la victoria. El nerviosismo se apodera de todos para que el equipo tenga claro que cualquier mínimo fallo será claramente aclamado con música de viento, para que nadie tenga la mínima duda de que una vez la paciencia ha acabado el examen es continuo. Y solo vale el sobresaliente para darlo por aprobado, de lo contrario la maldita impaciencia será seña de identidad de nota insuficiente. Hasta que llegue (casi) la perfección, en forma de goleadas seguidas.

Quizás sea una exageración todas estas afirmaciones, pero tampoco distan mucho de la realidad en Mestalla. Contra el Granada habían amagos de protesta generalizada desde el comienzo del partido, y la histeria colectiva se hizo patente hasta el punto de repetirse otro enfrentamiento entre grada de animación y resto de aficionados. Nada nuevo, por otro lado. La historia dice que esto ha ocurrido muchas otras veces, con Yomus y Gol Gran autoproclamándose abanderados del sentido común ante la corriente negativa de un estadio predispuesto a ser hostil a la mínima. 

Y no me refiero al taconazo de Parejo en la frontal de nuestra área, que bien merecía el zarandeo de capitán y entrenador al unísono, y si me apuran el castigo indefinido y la pérdida definitiva del brazalete. La bronca a Rodrigo nada más pisar el césped nos debe hacer reflexionar a todos. No es de recibo recibir así a nadie, porque el chaval está negado pero no se le puede acusar de una desconsideración al escudo, ni de comportamientos punibles por el régimen interno. Aquí al final, entre pitos y flautas, no remamos en la misma dirección, y el "Junts Tornem" se va a convertir en un "Junts ens suicidem".

Óscar
@HinchaVCF

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